"Quinto abandonó su sitio junto al fuego y caminó con paso indolente. Se detuvo a espaldas de Artemio, que seguía acuclillado jugando con Berna, y, en un envión pesado, apoyó las patas delanteras sobre los hombros de su amo para mordisquearle la nuca y la oreja. Elisabetta quedó blanda de emoción cuando Artemio prorrumpió en una carcajada. "¡Oh, Dios mío, nunca me lo quites!", se desesperó, y enseguida sonrió y se limpió las lágrimas y se cubrió la boca para sofrenar la risa que le provocaba el cuadro de Artemio en el suelo, con Quinto y Berna sobre él, haciéndole cosquillas."
No he leído el libro, pero muchas gracias por la escena =D
ResponderBorrarUn beso ^^